Firma Oscar Botero

Artista

— Videografo —

Tras algunos años de trayectoria como fotógrafo, desde 1970, Oscar incursiona en la realización cinematográfica, específicamente en un formato como el Súper 8 que empezaba a tener espacios en festivales y difusión en los medios universitarios (para entonces, se conoció el nombre de Víctor Gaviria con su laureada película “Buscando tréboles” en este formato). Pero el entusiasmo que provocaba el sueño de hacer cine se topaba de bruces con las exigencias económicas propias de este medio, pues conseguir una cámara y costearse el valor de los rollos (cada uno con tan solo 2 minutos 30 segundos de duración) y el del procesado era una misión compleja para él y sus amigos estudiantes. Apasionados y tercos, con los escasos recursos que lograban mediante el apoyo mutuo pudieron “quemar” algunos centímetros de cinta en ensayos de iluminación y movimientos de cámara antes de emprender la realización de un guion que, por sus características minimalistas, exigiera pocos recursos actorales, escenográficos y de desplazamientos y fuera más factible hacerlo realidad. Tras acordar un guion propuesto por alguien del grupo, se emprendió la realización del minimetraje y allí Oscar fungiría como director de fotografía y camarógrafo mientras los amigos se entenderían de los demás asuntos: guion, actores, producción, etc. El rodaje se inició en la casa de Oscar, y uno de los mejores recuerdos entre los amigos asociados a esta aventura consistió en la ejecución de un traveling sobre los actores (extranjerismo éste que se pronunciaba en el ámbito de los apasionados al cine como un santo y seña de pertenecer a dicha logia). Pues bien, en la memoria quedó grabada la forma como se llevó a cabo dicha maniobra técnica: se instaló la cámara en un soporte que le daba estabilidad y el conjunto de este armatoste se situó en una cobija que, gracias al piso de madera, alguno halaba lo más suave y parejo posible; traveling memorable. En su función de director de fotografía, Oscar iluminó la escena con unas lámparas acopladas dentro de unas cajas de cartón.

Correr entre los dedos y ver al trasluz la cinta con las primeras escenas filmadas era la concreción de un sueño que se celebraba con emoción entre los amigos realizadores, sueño que se hacía más retador por el costo exorbitante, para ellos, de los rollos de película, al igual que el revelado de este material. Para colmo, dicho proceso solo se hacía en Estados Unidos o en Panamá y había que empacar en el mismo sobre carretes y dólares (comprados en el mercado negro, la única forma de adquirirlos), despacharlos por correo y esperar hasta más de un mes los resultados, con la natural preocupación de que los sobres no fueran saqueados y finalmente, una vez procesado por el laboratorio, el material regresara. Anotar que la diligencia del laboratorio incluía la remisión de otros rollos vírgenes. La proyección de estas primeras imágenes (¡ni qué hablar de la tarea de conseguir un proyector de super 8!) era una auténtica velada adonde se invitaba a los compinches, quienes estaban expectantes por los resultados de los amigos realizadores de cine. Tras reunir todos los planos que formarían las secuencias, proseguía el capítulo del montaje; y aquí entraba en escena otro artefacto relacionado con el quehacer del cine en celuloide, que por suerte poseía un hermano de Oscar, y que se utilizaba para visualizar y pegar los distintos trozos de cinta. Haciendo honor a su nombre, el montaje consistía en un arduo y delicado trabajo artesanal que partía de visualizar el material sobre una caja de luz, definir entre cientos de fotogramas diminutos el fotograma exacto que empalmara con el convenido en el guion, cortar la cinta con la máquina empalmadora y pegar los dos trozos con una cinta adhesiva o un pegante que se aplicaba sobre la película con un delgado pincel, y así tantas veces como planos tenía la película. Así, y tras haber salvado toda suerte de peripecias, se dio a luz el cortometraje en super 8 con aproximadamente cuatro minutos de duración y que llevó por título Imágenes (la historia del destino de esta cinta es asunto de otra narración). Oscar no recuerda cuántos meses llevó la realización de esta su primera película, pero sí que al final el grupo se sintió muy orgulloso del resultado final. No es más lo que Oscar hace en su incursión en el cine en formato super 8, pues los costos y lo complicado de reunir un equipo de trabajo no lo animaban mucho.

La fascinación en Oscar por la imagen en movimiento lo lleva a experimentar con cámaras de VHS y betacam de video casero, novedades para entonces, con la ventaja de que la cinta utilizada no era muy costosa y permitía grabar hasta una hora en el casete y ver sus resultados inmediatamente, sin costo adicional ni espera angustiosa para visionar lo grabado. Aunque la calidad no era muy buena y no había consolas, la edición se podía llevar a cabo con dos máquinas reproductoras, y ahora sí se podría hacer “cine”. Con estos equipos, e inspirado en un trabajo que estaba haciendo sobre la metamorfosis del sapo, Oscar emprende junto con una estudiante de comunicación social de la Universidad de Antioquia la realización de un piloto que ofrecieron a un programa ecológico del canal de televisión regional Teleantioquia, recién inaugurado. Más adelante, en asocio con una profesional de la Comunicación también de la Universidad de Antioquia, realiza en el Parque de los Nevados el documental Entre nieves y montañas, que trata sobre la vida de las personas que viven en esas tierras a más de 4.000 metros de altura.

Tras la grabación de algunos videos institucionales, ya con cámaras y equipos de edición semiprofesionales, la siguiente aventura de Oscar en el cine consistió en el mediometraje de ficción Intermedio. En 1993, Oscar y un grupo de colaboradores se desplazan al escenario de las ruinas de El Viejo Peñol, el pueblo del oriente antioqueño desaparecido bajo las aguas de una represa que, como resultado de la extremada sequía que azotaba al país por aquellos años, y tras más de 20 años de su trágico destino, emergía a la superficie. Entre otros vestigios de dicho pueblo, también se hizo visible lo que fue su cementerio ofreciendo al observador un escenario digno de la más inimaginable fantasía, que Oscar tuvo la audacia de reinterpretarlo visualmente en el mediometraje Intermedio. Este producto no tuvo mucha difusión, pero alcanzó a ser exhibido en algunos festivales de cine alternativo y comentado por el escritor Víctor Bustamante y por Víctor Gaviria, el director de cine. Intermedio puede verse en internet en: https://oscarbotero.com/artista/intermedio.html